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Leonardo Martínez Mato

mejor dormir

 

No puedo derretir el tiempo,

hacerlo monedas o alcancía.

No congelarlo como piedras de hielo

y verlo dar vueltas en el vaso.

 

No puedo alcanzar al futuro

solo dar la frente

contra los postigos

de un mundo cerrado, 

con una ene seguida de una o.

l.m.m

22/11/14

1.20 a.m

limpiavidrios

 

El limpiavidrios trasnochado

escribió con espuma

en la vitrina

“este desorden descomunal,

 

de pájaros despiertos

por descuido

son murciélagos

buscando escondite

cada mañana.” 

y lo borró

de un manguerazo.

 

.

Tan solo

un pez

volador

sobre

 

el último

tsunami.

 

pero vendrán sueños

(sobre policlínicas barriales y gatos domésticos)

 

 

La carne del fracaso

brinda su quemadura

a los traficantes de salud

sin mayor razón ni alucinación, 

que su cuerpo de ensayo.

 

Desiertos ambulantes

como ropas que sienten.

Un decir plural

de hacerse compañía.

 

Los puntos suspendidos

desde la cumbre

yéndose como las palabras

por el alma del agujero.

 

La gata cerca de él

en la cama doble.

Esa que siente 

el olor de la tristeza,

se acerca y le acaricia.

la que maúlla:

"ni amos, ni mascotas".

 

Se rasca la cabeza,

le habla el bocho.

Oye por la radio

un róck brasilero.

Las piernas hechas un torniquete,

de vivir crispado.

"Parece cocaína mais é só tristeza".

sentencia Renato.

 

Desde niño,

él y sus nervios.

Las curas,

los monjes de las anticuras,

las sotanas de los médicos,

y el trabajo,

lo están enloqueciendo.

 

La calle vino de lluvias

con rotura de frenos y cambios,

pues apenas arrancó volvió a quedarse, 

el corazón como un granizo.

 

Carreras que se esfuman,

 metas a la misma distancia,

Por siempre:

el bebé y el dólar de Nevermind,

como una estampita.

 

No solo es merca.

 O esa cosa barata de Piedras Blancas.

Está lo gris,

mientras todo se tiñe por contagio.

 

Su eludir los tratamientos médicos,

fatiga de sangre enrarecida.

Apenas poder sembrar amor

entre otra gente en problemas.

 

El amigo barrial

diciendo que lo que nos pasa

no es nada,

que el Negro sí anda mal,

y el solo está impaciente,

porque le repitan sus acepraxes.

Y un facultativo abrupto,

sobretodo al irse.

Relinchando una recurrente

muerte imaginaria.                                        

El fraude conocido.

 

Olor a laboratorios truchos.

Legales e ilegales.

Para no sentir el sabor

de la llamada vida.

Eso que escapa por los poros aleteando

hasta nuestro suspiro más íntimo.

 

La que planea

y llueve en la boca

como hostias de vuelo,

en mariposas.

 

Esa que combatimos,

pero seguimos buscando,

entre los escapes incendiarios.

Como los sueños que vendrán.

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